María del Pilar Paleta Vázquez
Primer apunte
...todas las puertas me parecen buenas para franquear el umbral múltiple de la historia …
—Fernand Braudel, Escritos sobre historia
—Fernand Braudel, Escritos sobre historia
La “Historia Social” es hoy una de las disciplinas historiográficas más abordadas y con la que se entrelaza la mayoría de los estudios históricos especializados de hoy, sea Historia Económica, Historia de la Vida Privada, Historia Demográfica, Historia del Arte, de las Mentalidades, Política, o cualquier otra especialidad de la disciplina. En realidad, el estudio de los hombres a través del tiempo –como lo sintetizó Marc Bloch– es por esencia social, pues el hombre ha sido parte de una comunidad de individuos de su misma especie desde su origen, vive y sobrevive como individuo y colectividad al mismo tiempo.
La atención sobre el carácter social del objeto de estudio de la Historia se demarcó especialmente en el siglo XIX –centuria con un crecimiento impresionante para Occidente y de empobrecimiento para la mayoría de los trabajadores en todo el mundo–, se engarzó con el genio literario de Jules Michelet en sus relatos sobre las brujas, Juana de Arco, la revolución francesa, las mujeres, los estudiantes y el pueblo en el siglo XIX. También fue el eje de los estudios marxistas en procesos concretos como la Revolución del 48, la Comuna de París, la formación de la clase obrera en Inglaterra y muchas temáticas más.
No obstante, estas preocupaciones las había externado el historiador tunecino Ibn Jaldún desde el siglo XIV, al indicar que la Historia debía ocuparse de los cambios en la naturaleza de la sociedad, de sus revoluciones, de los levantamientos de gente contra otro grupo de gente, de sus diversos rangos, de sus actividades y ocupaciones para ganarse el sustento en las ciencias o en los oficios y, en general, atender todas las transformaciones que experimentaba la sociedad. Reflexiónese en que esta propuesta surgió en un contexto cultural no occidental.
Tanto Jaldún como Michelet –cinco siglos después– y estudiosos como Karl Marx y Frederich Engels insistieron en el carácter social de la Historia planteando una crítica a los relatos cuyo fin era exaltar los grandes acontecimientos bélicos y los personajes acaudalados que controlaban los gobiernos y el sistema económico (Historia de Bronce).
A fines del siglo XIX y en las primeras décadas del XX, numerosos estudiosos como Jean Jaurés, en Francia, o Henri Pirenne, en Bélgica, enfocaron sus estudios hacia lo social y lo económico, su propósito fue romper la hegemonía de la Historia historizante o de Bronce. Estos historiadores –como muchos hombres de la época– estuvieron comprometidos en una lucha contra el militarismo y el destructivo nacionalismo de las potencias. En Estados Unidos algunos historiadores buscaron rebasar la historia “tradicional”.
No obstante, fue hasta que en “Annales” se habló de una “historia social” (1929) cuando se perfiló explícitamente como un campo específico para estudiar a los hombres en su interacción con la comunidad a la que pertenecen, con la que comparten espacios de vida laboral, cultural o social. Se iniciaba el estudio de las dinámicas en grupos étnicos, políticos, culturales, laborales, profesionales, vecinales, afectivos o familiares en distintos momentos; se analizaron la construcción de sus vínculos, sus levantamientos y su relación con las instituciones.
Para comprender esa compleja historia se ha trabajado de manera acuciosa tanto en las pequeñas acciones y gestos como en los grandes movimientos realizados por los grupos sociales y por hombres individuales, no importa si de ello quedan débiles huellas. Un historiador que ofreció un camino en la Historia Social fue George Lefebvre, quien a lo largo de la primera mitad del siglo XX se enfocó al estudio de la Revolución Francesa desde sus aspectos colectivos e individuales, desde ámbitos rurales a urbanos, con perspectivas locales, regionales y nacionales, escudriñando tanto a los grupos de poder como a los menesterosos, mostrando sus procesos económicos, políticos, sociales y hasta los de carácter psicológico (individual y colectivo), para finalmente ofrecer una visión integral de la sociedad francesa en tiempos de la revolución. Con su obra mostró una manera de tejer la historia integral partiendo del hilado de la Historia Social. No lejos de este historiador, está Georges Rudé quien analizó la composición de grupos sociales asalariados y campesinos, su participación en estallidos sociales, así como la formación de su propia conciencia histórica.
Más adelante se incorporaron metodologías como “la cuantificación” que empleó documentos accesibles al manejo estadístico y se perfiló ahí la Historia Demográfica. Pierre Chaunu, Ernest Labrousse, Rolande Trempé aportaron historias y experiencias fundamentales. Igual que George Duby con sus “órdenes” medievales (nobles, clero, campesinos); o Pierre Vilar y Manuel Tuñón de Lara con sus estudios sobre España, en plena dictadura franquista.
Edward Thompson, un historiador que se reconocía como marxista, abrió nuevos caminos cuestionando a quienes tomaban el aporte de Marx de manera dogmática, propuso aprovechar la experiencia de la antropología, la lingüística y del psicoanálisis dando paso a una “Historia Social Cultural”, su objetivo era romper con el estudio de conceptos y centrarse realmente en los hombres, fue otro “no a los hechos” reiterando su compromiso con los hombres.
Pero un gran cambio se apreció y profundizó alrededor de las décadas de los años 50 y 60, época en la que se inició la gran “Revolución Cultural Sistémica” (ver Braudel, Wallerstein, Arrighi). Surgió entonces una nueva perspectiva historiográfica, la historia de los “grupos subalternos”, la idea fue estudiarlos pero desde su propia historicidad; ya no bajo la mirada de los grupos dominantes o de sus caudillos, ya no como masa manipulada por fuerzas invisibles o líderes carismáticos, sino como hombres y mujeres con autonomía histórica. Las minorías se hicieron oír en la calle y en el campo y aparecieron con nitidez en obras historiográficas de gran relevancia.
Con esta amplia perspectiva hoy se estudian las dinámicas de los seres humanos y sus colectividades, no pensando en “los hechos” como si estuvieran al margen de las voluntades humanas, no se trata de entender por ejemplo, una crisis o la pobreza como fuerzas que ocurren inevitablemente, ni hacer historias tiernas y dulzonas, sino como subraya Eric Hobsbawm: se trata de que la Historia ayude a comprender cómo la sociedad ha llegado a ser lo que es hoy.
La atención sobre el carácter social del objeto de estudio de la Historia se demarcó especialmente en el siglo XIX –centuria con un crecimiento impresionante para Occidente y de empobrecimiento para la mayoría de los trabajadores en todo el mundo–, se engarzó con el genio literario de Jules Michelet en sus relatos sobre las brujas, Juana de Arco, la revolución francesa, las mujeres, los estudiantes y el pueblo en el siglo XIX. También fue el eje de los estudios marxistas en procesos concretos como la Revolución del 48, la Comuna de París, la formación de la clase obrera en Inglaterra y muchas temáticas más.
No obstante, estas preocupaciones las había externado el historiador tunecino Ibn Jaldún desde el siglo XIV, al indicar que la Historia debía ocuparse de los cambios en la naturaleza de la sociedad, de sus revoluciones, de los levantamientos de gente contra otro grupo de gente, de sus diversos rangos, de sus actividades y ocupaciones para ganarse el sustento en las ciencias o en los oficios y, en general, atender todas las transformaciones que experimentaba la sociedad. Reflexiónese en que esta propuesta surgió en un contexto cultural no occidental.
Tanto Jaldún como Michelet –cinco siglos después– y estudiosos como Karl Marx y Frederich Engels insistieron en el carácter social de la Historia planteando una crítica a los relatos cuyo fin era exaltar los grandes acontecimientos bélicos y los personajes acaudalados que controlaban los gobiernos y el sistema económico (Historia de Bronce).
A fines del siglo XIX y en las primeras décadas del XX, numerosos estudiosos como Jean Jaurés, en Francia, o Henri Pirenne, en Bélgica, enfocaron sus estudios hacia lo social y lo económico, su propósito fue romper la hegemonía de la Historia historizante o de Bronce. Estos historiadores –como muchos hombres de la época– estuvieron comprometidos en una lucha contra el militarismo y el destructivo nacionalismo de las potencias. En Estados Unidos algunos historiadores buscaron rebasar la historia “tradicional”.
No obstante, fue hasta que en “Annales” se habló de una “historia social” (1929) cuando se perfiló explícitamente como un campo específico para estudiar a los hombres en su interacción con la comunidad a la que pertenecen, con la que comparten espacios de vida laboral, cultural o social. Se iniciaba el estudio de las dinámicas en grupos étnicos, políticos, culturales, laborales, profesionales, vecinales, afectivos o familiares en distintos momentos; se analizaron la construcción de sus vínculos, sus levantamientos y su relación con las instituciones.
Para comprender esa compleja historia se ha trabajado de manera acuciosa tanto en las pequeñas acciones y gestos como en los grandes movimientos realizados por los grupos sociales y por hombres individuales, no importa si de ello quedan débiles huellas. Un historiador que ofreció un camino en la Historia Social fue George Lefebvre, quien a lo largo de la primera mitad del siglo XX se enfocó al estudio de la Revolución Francesa desde sus aspectos colectivos e individuales, desde ámbitos rurales a urbanos, con perspectivas locales, regionales y nacionales, escudriñando tanto a los grupos de poder como a los menesterosos, mostrando sus procesos económicos, políticos, sociales y hasta los de carácter psicológico (individual y colectivo), para finalmente ofrecer una visión integral de la sociedad francesa en tiempos de la revolución. Con su obra mostró una manera de tejer la historia integral partiendo del hilado de la Historia Social. No lejos de este historiador, está Georges Rudé quien analizó la composición de grupos sociales asalariados y campesinos, su participación en estallidos sociales, así como la formación de su propia conciencia histórica.
Más adelante se incorporaron metodologías como “la cuantificación” que empleó documentos accesibles al manejo estadístico y se perfiló ahí la Historia Demográfica. Pierre Chaunu, Ernest Labrousse, Rolande Trempé aportaron historias y experiencias fundamentales. Igual que George Duby con sus “órdenes” medievales (nobles, clero, campesinos); o Pierre Vilar y Manuel Tuñón de Lara con sus estudios sobre España, en plena dictadura franquista.
Edward Thompson, un historiador que se reconocía como marxista, abrió nuevos caminos cuestionando a quienes tomaban el aporte de Marx de manera dogmática, propuso aprovechar la experiencia de la antropología, la lingüística y del psicoanálisis dando paso a una “Historia Social Cultural”, su objetivo era romper con el estudio de conceptos y centrarse realmente en los hombres, fue otro “no a los hechos” reiterando su compromiso con los hombres.
Pero un gran cambio se apreció y profundizó alrededor de las décadas de los años 50 y 60, época en la que se inició la gran “Revolución Cultural Sistémica” (ver Braudel, Wallerstein, Arrighi). Surgió entonces una nueva perspectiva historiográfica, la historia de los “grupos subalternos”, la idea fue estudiarlos pero desde su propia historicidad; ya no bajo la mirada de los grupos dominantes o de sus caudillos, ya no como masa manipulada por fuerzas invisibles o líderes carismáticos, sino como hombres y mujeres con autonomía histórica. Las minorías se hicieron oír en la calle y en el campo y aparecieron con nitidez en obras historiográficas de gran relevancia.
Con esta amplia perspectiva hoy se estudian las dinámicas de los seres humanos y sus colectividades, no pensando en “los hechos” como si estuvieran al margen de las voluntades humanas, no se trata de entender por ejemplo, una crisis o la pobreza como fuerzas que ocurren inevitablemente, ni hacer historias tiernas y dulzonas, sino como subraya Eric Hobsbawm: se trata de que la Historia ayude a comprender cómo la sociedad ha llegado a ser lo que es hoy.
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