Ernesto Cruz Quintas
Corría el año de 1972, era gobernador del estado el doctor Gonzalo Bautista O’Farril, yo era Oficial Mayor de la UAP (la Oficialía Mayor comprendía el Departamento Escolar, Archivo y personal académico, administrativo e intendencia), el químico Sergio Flores Suárez era rector y el Dr. Guillermo Ruiz Reyes era director del Hospital Civil. Un grupo de jóvenes estudiantes de Medicina me invitó a sus reuniones, casi clandestinas, encabezados por Raúl Ortiz Parado, (a) “El Griego”, Anselmo Mora, Felipe Suárez, Cuauhtémoc Herrera, Víctor Manuel Pintos, Rafael y Héctor Lozano Sánchez, (a) “Los Diablos”, Daniel Mozo Aguilar, Héctor Ortiz, Juan Díaz Pimentel, Francisco Loyola (no Arturo), Raúl Mejía Jiménez, Héctor López Martínez. Entre los maestros participaron los doctores Willebaldo Montiel, Juan Edén Winter, Eulogio Montaño, Guillermo Cabrera Candia.
Las reuniones se efectuaban en uno de los salones del antiguo Hospital General, para trazar un plan de conversión del Hospital Civil a Hospital-Escuela, dependiente de la escuela de Medicina. Eran dos las posiciones: la toma del Hospital Civil y la gestión burocrática ante el gobierno estatal.
Habiendo triunfado la segunda opción, se me comisionó para concertar una entrevista, con el rector Sergio Flores Suárez, a quien desde luego le pareció excelente la idea de que la UAP, y la escuela de Medicina en particular, contaran con un hospital en donde los jóvenes desde los primeros años de su formación profesional pudieran poner en práctica los conocimientos teóricos adquiridos en el aula. Articular la teoría con la práctica, vincular al estudiante de Medicina con el enfermo en su lecho, es decir, acostumbrarlo a la clínica, buscar en el laboratorio los gérmenes causantes de las enfermedades infecciosas, los parásitos causantes de las anemias y la búsqueda de los tumores malignos (prevenirlos y extirparlos a tiempo). En el quirófano permitir a los jóvenes estudiantes observar las diferentes técnicas operatorias aplicadas en el tratamiento quirúrgico de una hernioplastia, de una apendicectomía, de una operación cesárea; ése era nuestro anhelo, nuestro sueño, convertido más tarde en realidad. La tarea no era fácil: el gobierno y los médicos del hospital, la inmensa mayoría conservadores a ultranza, se oponían a la idea de un Hospital-Escuela, porque el hospital se iba a contaminar con el pensamiento “subversivo” de quienes participaban en el movimiento (Sergio Flores, Cruz Quintas, Vélez Pliego) y en caso de que esta iniciativa progresara, ellos, los médicos del Hospital Civil, que se consideraban los mejores de Puebla, iban a renunciar en masa y en efecto al triunfo del movimiento, la inmensa mayoría renunció, sólo algunos de ellos permanecieron en sus puestos con el maestro Labastida Muñoz, clínico inigualable, Francisco Tello, cirujano notable y el anestesiólogo Vázquez de Lara, como él y liberales el maestro Ramírez Calva, gran neurocirujano, el Dr. Guillermo Cabrera Barroso hermano de Enrique, gastroenterólogo, a esta especialidad se agregó por invitación de un servidor y del rector Terrazas, el Dr. Efrén Herrera, a quien personalmente busqué en su casa para que colaborara con nosotros, lo mismo hice con discípulos él y yo, con Juan Carlos Tello, hermano del Dr. Francisco Tello, que empezaba a destacar como una promesa en cirugía, pero por desgracia su vida fue segada por un enajenado.
Muchísimo hay que comentar de nuestro paso por la universidad desde 1961 en que se inicia el movimiento de Reforma Universitaria, ya que habrá oportunidad de reconstruir la verdadera historia de este movimiento que trascendió en el ámbito universitario y se convirtió en popular, superando con creces al de Córdoba, Argentina, en cuanto a sus objetivos, implicaciones y logros, poniendo a cada quien en su lugar, ante tanta falsedad que se ha dicho de ella, olvidando mencionar a los verdaderos, a los auténticos protagonistas, entre los que con mucha satisfacción me puedo contar. (Continuará)
Las reuniones se efectuaban en uno de los salones del antiguo Hospital General, para trazar un plan de conversión del Hospital Civil a Hospital-Escuela, dependiente de la escuela de Medicina. Eran dos las posiciones: la toma del Hospital Civil y la gestión burocrática ante el gobierno estatal.
Habiendo triunfado la segunda opción, se me comisionó para concertar una entrevista, con el rector Sergio Flores Suárez, a quien desde luego le pareció excelente la idea de que la UAP, y la escuela de Medicina en particular, contaran con un hospital en donde los jóvenes desde los primeros años de su formación profesional pudieran poner en práctica los conocimientos teóricos adquiridos en el aula. Articular la teoría con la práctica, vincular al estudiante de Medicina con el enfermo en su lecho, es decir, acostumbrarlo a la clínica, buscar en el laboratorio los gérmenes causantes de las enfermedades infecciosas, los parásitos causantes de las anemias y la búsqueda de los tumores malignos (prevenirlos y extirparlos a tiempo). En el quirófano permitir a los jóvenes estudiantes observar las diferentes técnicas operatorias aplicadas en el tratamiento quirúrgico de una hernioplastia, de una apendicectomía, de una operación cesárea; ése era nuestro anhelo, nuestro sueño, convertido más tarde en realidad. La tarea no era fácil: el gobierno y los médicos del hospital, la inmensa mayoría conservadores a ultranza, se oponían a la idea de un Hospital-Escuela, porque el hospital se iba a contaminar con el pensamiento “subversivo” de quienes participaban en el movimiento (Sergio Flores, Cruz Quintas, Vélez Pliego) y en caso de que esta iniciativa progresara, ellos, los médicos del Hospital Civil, que se consideraban los mejores de Puebla, iban a renunciar en masa y en efecto al triunfo del movimiento, la inmensa mayoría renunció, sólo algunos de ellos permanecieron en sus puestos con el maestro Labastida Muñoz, clínico inigualable, Francisco Tello, cirujano notable y el anestesiólogo Vázquez de Lara, como él y liberales el maestro Ramírez Calva, gran neurocirujano, el Dr. Guillermo Cabrera Barroso hermano de Enrique, gastroenterólogo, a esta especialidad se agregó por invitación de un servidor y del rector Terrazas, el Dr. Efrén Herrera, a quien personalmente busqué en su casa para que colaborara con nosotros, lo mismo hice con discípulos él y yo, con Juan Carlos Tello, hermano del Dr. Francisco Tello, que empezaba a destacar como una promesa en cirugía, pero por desgracia su vida fue segada por un enajenado.
Muchísimo hay que comentar de nuestro paso por la universidad desde 1961 en que se inicia el movimiento de Reforma Universitaria, ya que habrá oportunidad de reconstruir la verdadera historia de este movimiento que trascendió en el ámbito universitario y se convirtió en popular, superando con creces al de Córdoba, Argentina, en cuanto a sus objetivos, implicaciones y logros, poniendo a cada quien en su lugar, ante tanta falsedad que se ha dicho de ella, olvidando mencionar a los verdaderos, a los auténticos protagonistas, entre los que con mucha satisfacción me puedo contar. (Continuará)
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