Mural “Liberación” que realizó el maestro pintor, grabador, muralista y escultor, Fernando Ramírez Osorio

La unificación de la izquierda, una necesidad ineludible

Francisco Ruiz Martínez


Un viejo adagio popular señala que “la unión hace la fuerza” y tal enseñanza coloquial tiene una sabiduría enorme. En efecto, todas las grandes empresas que la humanidad ha consolidado tienen como principio, justamente, el sentido y la acción de unión, de unificación de esfuerzos, de propósitos o de principios. Sólo así podemos hoy hablar con propiedad de una nación, de un Estado, de una organización, de una sociedad, o bien de un partido político determinado; la historia, como ciencia dialéctica del desarrollo social, así lo consigna.

Entendido el movimiento histórico de la izquierda, en ésta se agrupan las causas sociales, económicas y políticas más justas y muníficas entre los seres humanos. Marx quien es y seguirá siendo no tan sólo el fundador de la ciencia histórica (no Heródoto), sino incluso, el mejor y único exegeta de la ciencia política, tuvo una visión perspectiva inatacable e irrefutable. La frase final con la que concluye en 1848 junto con Engels, la pequeña pero multidimensional obra Manifiesto del Partido Comunista, es una enseñanza ideológica y hasta pedagógica en el quehacer político, en la militancia o en el accionar en los menesteres pragmáticos de la política. Su frase dinámica “Proletarios de todos los países, uníos” es la clave sine qua non para el éxito de toda empresa o programa político de la izquierda como movimiento social. Subrayamos que por proletariado no sólo entendemos a todas las clases sociales asalariadas, sino todo ser o persona informada y capacitada que comprende la serie de inequidades económicas y sociales; los desajustes e injustos de un sistema capitalista aberrante y desproporcionado, donde el poderoso frena o aplasta al débil o marginado; donde la riqueza económica se concentra en pocas manos y familias, contrastando con la limitación o la miseria de los muchos. Donde el poder político del Estado se asocia con las élites económicas o sistemas capitalistas transnacionales para engordar a los magnates o varones del gran capital, sin importar el destino de millones de seres humanos sin perspectivas de mejora, bienestar o desarrollo; pese a que en un Estado de Derecho, se prevén dispositivos constitucionales que aperturan sistemas de desarrollo nacional, rectoría económica y defensa del patrimonio nacional.


Retomando el concepto ideológico y social del significado de la unión, ésta alcanza el triunfo o la cima de un proyecto o de un programa político, de una elección o de un proceso electoral, cuando existe unificación de propósitos. En México se han escrito acontecimientos brillantes de nuestro ser nacional, en movimientos trascendentales como la Independencia del país, el triunfo de la Reforma o el movimiento social de 1910, que cimentaron nuestro ser congregacional, virtud justamente de la unión de intereses comunes y patriotas configurando hoy lo que somos como sociedad y como pueblo.

Nuestra época en estos inicios del Siglo XXI, cuando la política actuante y partidista se regula ya jurídicamente en normas constitucionales como puede apreciarse fácilmente de la simple lectura del Artículo 41 de nuestra Ley Suprema, nos mueve a profundas meditaciones y actuaciones, precisamente en términos de la unidad.

Este diverso constitucional indica que los partidos políticos son entidades de interés público y que tienen como finalidad la promoción de la participación ciudadana en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y a la organización ciudadana acorde a programas, principios e ideologías mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo, y sólo los ciudadanos podrán formar partidos políticos y afiliarse libre e individualmente a ellos. Hay prohibición a intervención de organizaciones gremiales o con objeto social diferente en la creación de partidos y cualquier forma de afiliación corporativa.

Es aquí donde la unidad ideológica y política cobra enorme significado. Sólo una izquierda sólida, unida, unificada, solidaria, puede alcanzar el poder político en nuestro sistema de representatividad. En otros términos, sólo se alcanzará la finalidad política de la accesibilidad al poder, mediante la unidad. Esta es una enseñanza ineludible para la izquierda política en México.

Nuestra izquierda o nuestros partidos políticos de izquierda aún adolecen de la fragmentación partidista, de una cierta inmadurez que ha incapacitado el acceso al poder público. Pensemos en el 2006 cuando el partido de mayor representación social de la izquierda como lo es el PRD postula a Andrés Manuel López Obrador. Baste analizar la disidencia e inconformidad del ingeniero Cárdenas, lo que provocó llegar desunidas a las fuerzas de izquierda en la elección presidencial de aquél año. Si el ingeniero Cárdenas se hubiese fundido públicamente en un abrazo fraterno, solidario, partidista, sin mezquindades o resquemores con López Obrador; es la hora que México tendría un gobierno federal de izquierda por primera vez en nuestra historia. Mínimo la izquierda hubiere obtenido una ventaja de por lo menos un millón de sufragios que harían la gran diferencia en 2006.

Esta vivencia reciente nos arroja una severa lección. La ultraderecha reaccionaria aprovechó tal circunstancia y mediante un gigantesco fraude electoral impuso al hoy espurio Felipe Calderón. No sólo eso, sino lo peor, en peligro está la soberanía energética; los proyectos del neoliberalismo salvaje, fase superior del capitalismo exterior norteamericano se ajustan al modo del calderonismo y al panismo ultraconservadores y entreguistas. Agreguemos aún las veleidades de un priismo desfasado y caduco, con sus coqueteos y contubernios con la reacción blanquiazul.

En tales circunstancias imperantes, urge la unificación de la izquierda patriota y nacionalista. Un proyecto de gobierno federal inspirado en las grandes causas nacionales. La izquierda tiene historia, legado, tradición y enseñanza. Son estos los genuinos valores para alcanzar su consolidación en los escenarios actuales.

Quienes hemos militado en las filas de la izquierda hemos percibido esta absurda división. La división debilita, desgasta, desvirtúa proyectos y propósitos. La lucha de la izquierda ha recorrido arduos caminos impregnados de peligros, agresiones del Estado, hostilidades, persecución, encarcelamiento o lo peor, la desaparición o muerte de sus grandes dirigentes o simpatizantes. Esto es ya del dominio público.

En esta colaboración periodística, nos permitimos recalcar la gigantesca importancia de la unidad; la erradicación de personalismos estériles, vacuos o egocéntricos. En política, no sólo cuenta el dirigente, sino lo fundamental, la ideología firme, decidida, sustentada, nutrida del pensamiento científico social de los enormes ideólogos con que cuenta. El reto de las fuerzas de izquierda consiste en vencer las fatuidades, las insolvencias y actuar con el apego a los principios genéricos que le han dado existencia.

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